Luz y barro en Sao Paulo

Su mano extiende su sonrisa. Los dientes le balbucean a sus 60 años, quizás la lejanía médica. Camisa limpia y roja de botones muy concretos, así es su historia. Él es negro y barro. Terra preta. Apretados los rostros que le rodean, la vida era oscura en los barrancos metropolitanos de Sao Paulo, era caldo de féretro. Ahora el cotidiano es de campamento encendido, de lona negra y MST. Él es piel verde y viva sobre el Brasil de caña de azúcar con sabor a dólar mugriento: dulce que nace y muere amargo.

Nos invita a pasar por el campamento que crece, por entre la esperanza que se desborda. El sol tiembla con el espejismo comunitario que allí se cuece. Pero José no viste más luz que la de sus ojos mojados. En él no hay atisbo ilusorio, pues los golpes, los callos y la dureza del povão que se amedrenta es su cartilla freiriana,
son sus frijoles contados
son sus frijoles sin cuentasmst-campamento
son el feijão y el arroz
de una lucha alimenticia y eterna