Lo llaman democracia (auto-gobierno)

En los grandes sistemas políticos del siglo XX, capitalistas o enmarcados en el llamado socialismo real, la democracia se ausentó de los grandes parlamentos y congresos políticos, si es que alguna vez estuvo con la fuerza necesaria para doblegar oligopolios y autoritarismos que se daban por fuera de él: el campo de fuerzas económicas y grupos de interés (políticos, familiares, religiosos o mediáticos) que medran alrededor y como corsé de los gobiernos. Caído el muro de Berlín, las democracias occidentales, faltas de contrapeso político y consideradas un estorbo para una globalización mercantil y financiera, abrazan formas de democracia autoritaria. La democracia se desvanece aún más, por un lado, evaporándose o trasladándose su gestión hacia espacios lejanos de la ciudadanía, como la OMC, el FMI o la Unión Europea.

Y, por el otro lado, se evidencia que la democracia es una realidad en la medida en que acontece en muchos lugares: en los medios de comunicación; en los espacios educativos; en las fábricas y en las negociaciones entre capital y trabajo; entre personas de distinto sexo y orientación sexual; en las dinámicas agroalimentarias que alimentamos; en la cultura política de entender y gestionar lo público y los bienes comunes; en las confrontaciones que se dan entre Estado, movimientos sociales y grupos de presión conformados por las élites; en las posibilidades reales de construir otras formas de economía y de democratizar la existente; entre otros lugares.

Hacer real la democracia significa radicalizarla, realizarla en sus raíces: hacerla presente en los espacios (estructuras) e interacciones sociales (prácticas, culturas) que nutren la política (poder público, administrado) y lo político (poder sentido, cotidiano).

Desde esta perspectiva, por tanto, la democracia es un verbo que tiene muchos predicados. Es, a la vez, proceso que bebe de contextos y de lugares donde las expresiones de democracia se manifiestan. No es un destino, mucho menos una forma de orden social, de supuesto pacto (coyuntural) entre unos que están arriba y otros que están abajo en el ejercicio del poder público. Como segunda aproximación a una definición en este libro, sostengo que la democracia son múltiples y entrelazadas manifestaciones del verbo del (auto)gobierno, que se orienta hacia la satisfacción individual y colectiva de necesidades básicas.
(Extraído de La Transición Inaplazable, Icaria, 2013)