Lo llaman democracia (sobre necesidades básicas)

A través de la “democracia”, sea cooperación social desde abajo o formas de gobierno desde arriba, se problematiza la cuestión de cuáles son nuestras necesidades básicas, y cómo y quiénes acceden a ellas. La democracia, en su sentido inclusivo y participativo, no es una necesidad básica. Ni es tampoco una expresión universalmente difundida y aceptada. Las formas de organización social son satisfactores y no necesidades. La democracia, o el estado, forman parte del conjunto de normas, prácticas y ánimos, que facilitan en un contexto dado la predilección o la imposición de un modelo concreto de interacción social. Tenemos necesidad de amar, de comer, de relacionarnos, e incluso de vivir en un planeta habitable. Pero no estamos abocados a pensar y a actuar de tal o cual manera para calmar nuestros impulsos o renovar nuestros vínculos sociales. Diferentes culturas sociales, a diversa escala y desde una multiplicidad de contextos culturales y socioambientales compondrán distintas dinámicas de cooperación social, “desde abajo”. El entrelazamiento de dichas formas de cooperación con tres formas básicas de entender el (auto)gobierno, como son la democracia representativa, la participativa y la radical, da lugar a la emergencia, evolución y entrada en conflicto de satisfactores que pugnan por manifestarse inclusivos, dignos, legitimados o posibles como expresiones de democracia. Así, la democracia es un gran imaginario desde el que se organiza o instituye la vida social en pos de la satisfacción de nuestras necesidades básicas.

(De: «Estamos en medio. Necesidades básicas, democracia, poder y cooperación», capítulo de Ángel Calle y David Gallar, del libro Democracia Radical, Icaria, 2011)